Grand Prix, TransAm, Bonneville, Catalina, Firebird y GTO son nombres que a muchos quizá no les suenen familiares, pero que para los amantes de los fierros son apelativos muy cercanos, específicamente amalgamados desde siempre con la casi centenaria historia de Pontiac. Una marca como tantas otras de la industria automotriz, plagada de símbolos, nombres y hombres, de idas y venidas, de éxitos y fracasos; y que hoy llega a un final poco romántico, poco justo quizá, pero anunciado desde hacía mucho tiempo, aunque la partida de defunción oficial la haya expedido recién esta semana la firma General Motors.
El último martes, General Motors (GM) anunció un plan de viabilidad que prevé la desaparición no solo de Pontiac sino también de otras tres marcas, Saturn, Saab y Hummer, en una carrera contra el reloj para evitar la suspensión de pagos.
El anuncio de GM marca el punto final no solo de estas marcas sino de buena parte de la industria automotriz estadounidense, esa que poco a poco fue superada en ganas y números, primero en el mundo y luego en su propio terreno por sus pares japoneses, alemanes y surcoreanos, pero sobre todo por su falta de capacidad de reacción.
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